martes, 19 de marzo de 2013

PUES YO NO QUIERO SER "GUAY"

Ya sé qué nos impide a todos disfrutar un poco más de la vida.Me he dado cuenta gracias a las miles de horas que he dedicado (o malgastado) en los últimos años a navegar (cotillear o intentar ligar) por las redes sociales: Todos queremos ser GUAYS.

Es una plaga.Da igual tu sexo, tu edad o tu nivel cultural. Seguro que tú también, en mayor o menor medida, quieres ser "guay". Cuando creamos nuestra cuenta de twitter, queremos poner alguna frase que indique que somos "guays". Eso si: No puede notarse que nos hemos pasado un buen rato decidiendo qué palabras nos hacen más guays. Todo ha de parecer espontáneo. No sólo hemos de ser "guays" a ojos de todos, sino que ha de parecer que nos sale sin querer.

Hemos de entender de todo. Hemos de haberlo visto y leído todo. Hemos de haber visitado todas las ciudades del mundo. Somos guays rellenando perfiles en internet, somos guays con las chicas que intentamos ligarnos, con las chicas que conseguimos ligarnos y con las chicas que algún día nos ligamos y luego nos dejaron. Sieeeempre hemos de ser guays. Nuestra ropa ha de ser guay, con ese toque "diferente" que nos haga muuuuuy guays. Sí, hemos visto ese documental de La 2 sobre los porqués de la crisis económica, nos encanta el Redes y las series las difrutamos más en versión original. Es que somos guays.

No comemos lo que come todo el mundo. Conocemos restaurantes que poca gente conoce en nuestra ciudad, donde, obviamente, el metre ya nos conoce. Y es que somos guays. Nos gusta ir a tal o cual discoteca o club de moda, porque somos guays. Y le cambiamos el nombre a los sitios, a las cosas... ya no vamos a discos, vamos a "lounges", o a "clubs", tomamos el "lunch" y montamos "partys" en nuestros pisos que, aunque lo tengan todo de Ikea, están decorados de forma "guay", con esa lampara estrambótica en el rincón, porque somos guays.

Creo que, si durante un día, todo el mundo intentara NO ser guay, seríamos mucho más felices. Repetid conmigo: Pues sobre este tema no tengo ni idea. En realidad soy un tio bastante inseguro, pero tú me gustas un montón y no se me ha ocurrido nada "guay" que decirte... quieres cenar conmigo? No, no he visto esa serie, ni conozco a ese actor, ni he leído ese libro. No, no me gusta esa bebida tan extraña, prefiero un aguita. No, no voy a ir a tu fiesta porque me aburriré un montón, y prefiero quedarme en casa viendo esa serie que, si, ya lo sé, ve tooodo el mundo, pero es que a mi me gusta. Si, mi jersey es del Zara y lo tengo hace 10 años... vas a fijarte más en mi ropa, o mejor decides si te gusta o no mi compañía ?

Además, yo, vivo rodeado de gente que se dedica a la radio/tele... al mundo de la comunicación en general. Creedme: son (somos) los que más necesitan ser "muuuuuy guays".

Es muy cansado.Detrás de esa valla artificial de cosas "guays", está el mundo de la normalidad. Ojalá nos fuera más fácil admitir que nos equivocamos, que no somos perfectos, que de cada 1000 temas de conversación, con suerte, somos un poco entendidos en uno de ellos, que nos metemos el dedo en la nariz cuando no mira nadie, que nos gusta rascarnos entre los dedos de los pies, que nos tiramos pedos constantemente, que mil millones de cosas nos dan miedo, y que sólo, sólo, sólo... queremos ser felices.

La vida no es una peli, donde el guapo siempre es bueno, y los buenos siempre son guapos... donde siempre hay una frase ingeniosa a punto de salir de los labios del prota, y una chica preciosa a punto de caer en sus brazos fornidos.

Que tengáis un día guay.

viernes, 8 de marzo de 2013

LA HISTORIA DEL CROASSANT QUE SE ESCONDIÓ TRAS MI TAZÓN

Hace Sol, y también algunas de las nubes de mi vida se van disipando. He venido en bici hasta casa, preguntándome en qué lugar de Barcelona viviría yo si fuera paloma... aunque esa es otra historia que quizá se plasme en este blog algún día. Si, sé que hace tiempo que no escribo, pero os prometo que durante semanas me he sentido sin apenas fuerzas para hacer nada. Cual Popeye con mis espinacas, Asterix con su poción mágica o Contador tras un solomillo clenbuterolado, siento que también va saliendo el Sol dentro de mi.

La entrada de hoy va dedicada a mi amiga Sabela, que lleva tiempo riñéndome por tener el blog abandonado. Me pasó ayer por la noche, cuando viví uno de esos momentos, bastante habituales en mi vida, de "quiero más".

Resultó que paseando por la carretera de Sants topé de frente con unos deliciosos mini-croassanitos de chocolate. Y digo mini porque, en el reino croassanil, el tamaño sí importa y, creédme, a más pequeños más sabrosos. Si pensáis que un angelito apareció en mi hombro derecho y un diablillo en el izquierdo y se desencadenó una lucha a muerte para decidir si compraba o no los croassanitos... estáis equivocados. Todo el ejército de diablos croassaneros venidos de los avernos chocolateros me empujaron a engrosar la lista de deslices cometidos por no resistirme a mi segundo pecado capital preferido: La gula.

Llegué a casa y degusté mi tesoro. Uno a uno los mini-croassanes (un cuarto de kilo, que el nene se cuida) fueron cayendo, cual Falete en "Splash" a lo más profundo de mi precioso tazón azul lleno de leche con Nesquick. Mientras pensaba en mis cosas y veía un interesante documental, no recuerdo en qué canal, sobre la de veces que se intentó matar a Stalin (mala hierba nunca muere), la población de croassanes en su bolsa de papel fue menguando. De los primeros asesinatos croassaniles, nada selectivos, se pasó a un genocidio total, con una vacía y arrugada bolsa de papel como único testigo de mi desmedida gula.

Entonces me entró esa horrible sensación de "quiero más". "¿Por qué no has comprado medio kilo, Jordi? ¿Querer perder algo de peso y estar sin un duro te parece motivo suficiente para haber comprado sólo un cuarto de kilo de mini delicias de chocolate? Acabas de zamparte el villaconejos de los croassanes, cuando tú habrías querido arrasar Manhattan!!

En fín, que no había más croassanes. Creo que la pereza es mi tercer pecado capital preferido, así que dudé un instante entre recoger la mesa ya, o ir directo al sofá y terminar el documental sobre Stalin. Que conste que hay algunas tentaciones a las que sí me resisto, y decidí llevar la taza al lavavajillas.

Sí, amiguitos. En ese momento ocurrió. Fue ese segundo del día que provoca en ti una gran sonrisa. Aparté la taza y, agazapado, estaba ese croassanito remolón que creyó, por un segundo, poder huir de mi cruel asedio a su pueblo-bolsa-de-papel. Sé que estaba haciendo lo mismo que hacía yo cuando mis profes en BUP recorrían la clase con sus miradas para elegir a alguien que saliera a la pizarra: Todos hemos hecho el estúpido gesto de mirar al infinito pensando "no estoy aquí, no estoy aquí, no estoy aquí... si yo no le miro, él no puede verme".

No le sirvió de nada.Lo saboreé más despacio que al resto de sus hermanos, y me supo a gloria.

Creo que todos deberíamos mirar bien alrededor de las tazas de nuestra vida, porque es probable que un croassanito avispado, un trozo de chocolate, o vete a saber qué bonita sorpresa, esté esperándonos. Estamos tan pendientes de tantas cosas, que a menudo vivimos mirando fíjamente al frente, y perdiéndonos gran parte del paisaje, sin mover nuestras tazas ni nuestros platos de sitio, y quizá ahí esté ese croassant que nos falta.

Deberíamos preguntarnos más si miramos en la dirección correcta, si caminamos hacia el lugar correcto, si vamos a la velocidad adecuada. Qué pasa si me paro un rato ? Qué pasa si tomo este desvío ? Qué pasa si quiero bajar la ventanilla y silbar ?

Felices croassanes,